A la vera del insomnio...

Lo admito...

Hoy he vuelto a abrir los ojos, he vuelto a humedecer mis adormecidos labios y he vuelto a suspirar... Es un vicio que no tengo intención de abandonar. He sido fiel a mi manía de aferrarme a la almohada, mi anular ha vuelto a surcar mi lagrimal y la luz diurna fue tan puntual como de costumbre.

No hay nada de especial en esto ni nada prescindible, no es más que la prolongación de mi realidad... Una realidad en plena erupción.

Comienzo a acostumbrarme al cosquilleo adjunto a sus palabras y al vacío de sus ausencias.

¡Estaba allí! ¡Lo juro! Aquel niño alado se ensañó conmigo y no logré eludir su lanzamiento certero. Él sabía que lo venía solicitando desde hacía ya bastante tiempo, pero dudo de si esta vez obró en consecuencia o simplemente se divertía de la cara de meno que se me quedó.

¿Quién lee miradas y traduce gestos? Me ofrezco como pupilo; aprendo rápido.

Hasta, tú, fiel luna, te has sumado a este juego ilusorio en el que ando desorientado. Yo que siempre te tuve en cuenta a la hora de escribir un nuevo verso y te otorgué el protagonismo merecido en mis improvisados cantares, ¿así me lo agradeces?

No sé a dónde voy y, aún así, esta vez, querida amiga Quietud, no pienso complacerte. Mis esperanzas ya han dado el estirón y ahora llegan al pomo de esa puerta. Cruzaré al otro lado, ya lo tengo decidido.